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viernes, 3 de septiembre de 2010

novela: Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)



Capítulo 6 (fragmento)


La casa de Mirinha estaba a unos veinte kilómetros de ahí. Era una casa de material y techo de chapa, pobre como un gemido. Al frente había un camino hecho con maderas desprendidas de un naufragio. De tarde, cuando la marea subía se formaba al lado del camino algo así como un río finito con dos brazos, la arena mojada se iba encerrando en ellos y se convertía en una isla. A Bijou le gustaba atravesar descalza ese camino al bajar del auto. La seducía caminar sobre los granitos de arena aglutinados y mojados dejando sus huellas, e imaginaba que lo hacía sobre un reloj de arena cuya pared circular se hubiera roto y donde el tiempo se detenía en el preciso y precioso instante en que ella atravesaba ese lugar para entrar en la casa de Mirinha. ¿Podría detenerse el tiempo alguna vez? pensaba Bijou mientras caminaba por el último madero antes de golpear la puerta.
                    Mirinha abrió la puerta y se dirigió hacia la silla e indicó a Bijou que también se sentara. Ninguna de las dos pronunciaba palabra. Sentada frente a la adivina Bijou miraba cómo la vieja hechicera barajaba las cartas. Eran celestes y blancas como las velas que mantenía encendidas. Mirinha era una mujer vieja como el tiempo, tenía la piel descascarada como un árbol añoso y según decían sabía leer en las cartas el presente, el pasado y el futuro. Vivía todo el año en esa casa  y cuando no había turistas comía lo que el mar  le daba: peces y mejillones. También sabía preparar dulce de naranjas. Para prepararlo pedía a sus clientes que le trajeran frutas recolectadas de los árboles del pueblo o del campo, no tenían que ser compradas. Ese día Mirinha había decidido hacer dulce y había estado pelando naranjas hasta que sus manos se cansaron de pasar el cuchillo una y otra vez para despellejar las frutas. Después había puesto agua y azúcar a calentar y había agregado la pulpa y las cáscaras. Un olor a naranjas amargas había empezado a circular por la casa.
La hechicera puso el mazo de cartas frente a Bijou y le indicó que cortara en tres. Ninguna de las dos pronunciaba palabra, sin embargo, la inquietud de Bijou había entrado en la casa y había sacrificado la serenidad de aquél atardecer azul.

(fragmento del Capítulo 6)

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados


crédito de la fotografía: Araceli Otamendi

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