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jueves, 3 de marzo de 2011

Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)



Cintia - (San Pablo)

Cintia mira la noche, miles de ojos asomándose en ese telón negro que parece cubrirlo todo, mira los esqueletos de los edificios, levantados en esa inmensidad de hormigón armado y acero, enciende un cigarrillo, frente al espejo y se mira. La televisión emitiendo imágenes coloridas. Con el control remoto baja el volumen. Sólo quiere escuchar el silencio nocturno.  

La mujer se mira al espejo y ve una imagen distinta a la que está acostumbrada a ver. El cuerpo está más redondeado. La cara, también. No soy la misma Cintia, piensa.  Y hasta en la mirada hay cambios. Se acaricia el vientre, se estudia. Apaga el cigarrillo y se asoma una vez más a la ventana. Piensa en esos miles de ojos, en las ventanas iluminadas de esos edificios que casi no dejan ver el horizonte. ¿Hay algún horizonte? Se ha ido de la casa, ha abandonado a Mario Bruno, se ha escapado de él. Imagina que ese hombre, que se había convertido en el dueño de su vida, en todo momento, la está buscando. Toma una toalla blanca, esponjosa de la pila, en una de las mesas. La habitación es demasiado grande.
Cintia abre la canilla y deja correr el agua. Vierte un chorro de champú en una mano y lo deja caer sobre el pelo. El champú es como una gelatina de frutas, color naranja.  Con las dos manos se revuelve el pelo.  El champú, se deshace, se convierte en espuma, bajo el agua. Me quedaría horas bajo el agua tibia, piensa. Lavándome la cabeza, lavándome los pensamientos, lavándome los recuerdos, deshaciéndome de ese hombre, deshaciéndome de la memoria, deshaciéndome de una parte de mi vida, deshaciéndome de las palabras de Mario Bruno, deshaciéndome de muchas cosas más. Estaba harta. El agua corre, se desliza por el cuerpo de Cintia, llega hasta la bañera y se escurre por la rejilla. Las burbujas brillantes del champú se deshacen y desaparecen. Hay un perfume distinto ahora, en el baño y en la habitación. Es un perfume a limpio, a serenidad, a nuevo.
Entonces el timbre del teléfono irrumpe en la habitación interrumpe el silencio de la noche, de esa noche que con sus miles de ojos es el telón de fondo, la escena que envuelve la ciudad hasta el amanecer…

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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