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sábado, 9 de enero de 2016

cuento: Con la red

(Buenos Aires)

El cuento Con la red que escribí en los años ´80, fue publicado en:

Suplemento La Palabra, diario La Opinión de Rafaela, Provincia de Santa Fe - en su edición gráfica y en la web -, en la revista Literatura del mañana (Barcelona, España) y en la revista Litoral-e (México). Con mi agradecimiento a los editores de estos medios, publico aquí además del cuento la introducción que se publicó en Literatura del mañana:

 

Con la red


Introducción

 



Les presentamos el cuento "Con la red", de nuestra autora y colaboradora argentina, la escritora Araceli Otamendi. Este relato fue publicado en el Suplemento literario La Palabra, del diario La Opinión, de la Provincia de Santa Fe, hace ya algunos años, y representa -al menos para nosotros- uno de los mejores cuentos que nos han remitido a esta edición hasta la fecha.
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En él, Otamendi, describe de forma portentosa, amena, rápida y sin rodeos expresivos de difícil entendimiento, aquello que los renacentistas admitieron otrora como el "beatus ille", el paraíso ideal donde el artista crea, exiliado del mundo terrenal, creando su cosmos perfecto. Sin embargo, ello no es posible en el cáotico y enjundioso mundo en que vive la protagonista. Un entorno exasperante que destruye toda posibilidad de recreación idílica, creando un impulso intermitente de ansiedad y ritmo frenético que tan solo tiene acceso vedado en el cerebro del personaje. Allí existe aún la calma, pero es inquieta, y dibuja una tenue sonrisa que, poco a poco no tardará en desaparecer.


 
Con la red




"Algunos tienen en la vida un gran sueño y no logran sostenerlo. Otros no tienen en la vida ningún sueño, y tampoco logran sostenerlo" Fernando Pessoa

Buenos Aires, 1986


Las once. Esta es mi hora. Es la hora que me gusta de la noche, que me atrae, que me atrapa. Ahora es la hora de escribir. El tren. Se llamará el tren. El teléfono ha dejado de sonar. Por suerte. El sonido es furioso, incesante, perturbador, insistente. No he querido atenderlo. No quiero saber por qué intentan hablar. O mejor sí, creo saberlo. Hablar a esta hora en que escribo, no, no quiero hablar. De noche, en esta ciudad maldita y amada, atrayente y perturbadora el silencio se hace de golpe. Cae una red suspendida del espacio y lo atrapa todo, el silencio es un come-ruidos-¡Qué palabra!- los devora, los tritura en su inmenso estómago, los deglute y es aprisionador. Los aprisiona y se lo agradezco porque gracias a él puedo escribir en mi computadora. ¿La realidad copia a la ficción? ¿La ficción copia a la realidad? ¿Qué sucede cuando las imágenes de los sueños parecen penetrar en lo real? ¿Se apoderan de ella? ¿Existe un espacio secreto entre la realidad y el sueño? ¿Hay en cada uno de nosotros un lugar para ese espacio? Ahora voy en un tren, inexplicablemente estoy ahí, pero lo acepto. Algunos hombres disfrazados, desfiguradas sus caras como máscaras viajan colgados de los estribos del último vagón. Afuera las hojas ocres, doradas y tenuemente rojas viajan en dirección contraria. Alguien, una voz secreta me dice al oido: tu punto de destino es Schumann. No conozco ninguna ciudad con ese nombre pero sí un compositor. Escuchá música clásica, clásica, clásica. En mis oídos resuenan esas palabras repetidas en la infancia. Un recuerdo infantil, lo desecho. Beethoven me parecía triste, odiaba su música, por suerte llegaron los Beatles. ¿Si mi destino fuera llegar a Schumann? ¿Qué quiere decir? El también se obsesionó con la literatura.

Si pudiera escribir de manera tan simple como los cálculos y fórmulas matemáticas donde apenas con algunos signos se puede expresar que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos en el triángulo rectángulo sin decir todo esto, me acercaría a un estado parecido a la felicidad. Pero no, estoy llena de palabras, de significantes que desbordan a veces sin poder atraparlos. Palabras que hay que atrapar como esas pelotitas que saltan enloquecidas en un juego de parque de diversiones, a las que hay que atrapar con una red, a ver quién atrapa más, la gente aprieta los labios y trata de mantener firme el pulso, a ver quién atrapa más y el que gana es que logra reunir más cantidad. Yo quisiera ensartar la menor cantidad y así expresarlo todo.
Viajar en auto puede ser peligroso. No hay nada tan inofensivo como andar en auto por las calles del centro. Andar por andar sin ningún motivo especial. Vulgarmente se llama dar una vuelta. La tarde está pintada de gris. La ciudad se ha vuelto una paleta de grises, no tiene luces, no tiene brillo. Tres hombres vestidos con traje y corbata nos detienen. Estoy con mi novio. Los tres nos miran serios, inexpresivos. Una extraña inquietud se apodera de mí. No hay motivos para detenerlos, dicen. Tampoco hay motivos para dejarlos circular.

¿Cuáles son los motivos? Pienso en ese momento. Y enseguida arguyo: soy una buena mujer, no he matado a nadie, no he traicionado, no he robado. Soy una buena esposa, una buena madre, una buena amiga. Fuí una buena empleada, una buena estudiante. ¿Por qué me detienen? Soy una buena ciudadana. ¿No se da cuenta? Usted es sólo eso, me dicen. Una transeúnte. Y no hay motivos para andar por acá. ¿Comprende? En realidad no, no entiendo nada. Dejen el auto con las puertas abiertas y váyanse. Lo dejamos ahí, los tres hombres suben al auto. Ni siquiera miramos hacia atrás, como Lot, sin el miedo a convertirme o a convertir a nadie en una estatua de sal. Nos alejamos rápido del lugar. Aparecemos en Florida y Rivadavia. Se hizo de noche. Apenas hay algunas luces prendidas. No nos importa dejar nada atrás. Todo queda como detenido en el tiempo. Los hombres se van en el auto. Escuchamos el ruido del escape. Ni siquiera hablamos. Caminamos apresuradamente por Florida. A medida que avanzamos mi desasosiego aumenta. Es necesario encontrar un lugar. ¿Para qué? A veces me pregunto. Tengo la sensación extraña, incierta de que ocurrirá algo inminente. Algo así como un avión que cae, una explosión, una tormenta, un huracán. Entre la gente que camina por ahí no es posible ver nada. Aparecemos en una iglesia. Una mujer cierra las puertas y las ventanas. Nuestros ojos se cruzan con otros y se intercambian miradas de asombro. Otra mujer que no alcanzo a distinguir bien dice con voz de flauta: ahora vamos a rezar. Vamos a entonar un himno. Todos los que estamos ahí nos miramos sin saber qué hacer. Nadie recuerda cómo se reza. Tengo una rarísima sensación de inquietud. Creo que nunca supe cómo se rezaba. Es una situación absurda y angustiosa. Me siento aprisionada. Estoy aprisionada en ese lugar tan oscuro, donde todo huele a incienso. Igual a cuando era chica y debía cantar en el coro de la misa, todos los días cuando concurría a clases. Entonces una de las monjas ejecutaba himnos en un órgano desafinado y lo único que yo deseaba era escapar de ahí, si fuera posible volando. Quería transformarme en un pájaro.
Soñaba despierta con volar desde el coro y escapar por una ventana. Sin saber cómo ni por qué aparezco en un lugar oscuro y abierto. Un espacio inexplicable. Se escucha una música estridente. Hombres y mujeres vestidos de negro bailan rock and roll. Me niego a participar de esa danza. Aunque me llaman. Ese no es mi tiempo. Ya superé la estridencia, las luces sicodélicas, las luces negras, la atmósfera asfixiante y un buen día dije no va más y como en el casino, no fue más.
Tengo necesidad de tomar un café para seguir escribiendo.

Al costado hay un camino oscuro por el que no puedo internarme. Una fila de chicos con máscaras interrumpe sorpresivamente el ensimismamiento en que estaba. ¿Por qué los chicos tienen máscaras? A lo mejor no son chicos, son pigmeos. Enseguida me acuerdo de algo que leí. El hombre que compró la isla de Manhattan fue estafado por unos indios. Los verdaderos dueños de la isla espiaban en el bosque durante la transacción. Y el muy tonto de Peter, que así se llamaba, les creyó. Yo también he deseado creer, creer en algo. Alguien, no sé quien es me dice: ¿cómo va tu relación con Dios?

Como si lo hubiera estado esperando digo: hablemos de Dios. Ahora navego en un barco medio deshecho pero no estoy sola ahí. Somos varios. Atravesamos un río revuelto, una tormenta cae sobre nosotros. El viento agita el agua, el barco, a todos, vamos a la deriva. El río es una inmensidad marrón, me pregunto si esa es nuestra vida o tan solo un pedazo. ¿La vida es eso, navegar? Nos internamos ahora por un riacho, entre las islas. Es de noche y casi a tientas buscamos el camino que nos permita salir de ahí. No se ve casi nada. Sé que el río es marrón y es opaco. Casi como la tierra. En ese momento, desesperadamente quiero acordarme de una poesía de Walt Whitman. Algo que me hable de su manera de ver las cosas. Tengo la sensación de que en cualquier momento la nave se va a partir en mil pedazos. Y sin embargo me empecino en seguir. Habré dormido noches, años. Inesperadamente se hace de día, llegamos a tierra firme. Salió el sol. Siempre, sin saber cómo, el amanecer llega. Entonces inicio otra etapa.

Por algún lado encuentro una poesía, la escribe un personaje de una novela que comencé hace algún tiempo. El marido se ha ido, ¡otra vez el sonsonete! con una mujer treinta años menor. Viven en la casa de enfrente, él y su amante. La mujer los ve por la ventana. La poesía termina así: "fue el infinito el límite de mi inocencia. Creí que vendrías una tarde cualquiera". El personaje me aburre mortalmente. No lo aguanto, ese personaje está muerto, tan muerto como decía Henry Miller: todos estamos vacíos y muertos aquí en Villa Borghese. Pienso que en Buenos Aires ni siquiera estamos así, sino hundidos, varados en una ciénaga de cemento. Europa se pudre, dice Miller. Una vez estuve en el aeropuerto. Ezeiza. El avión ya salía, vía Roma. El hombre me miró con autoridad, con firmeza. Falta una firma, me dijo, ¿no ve? No entiendo, dije. Falta una firma más. Quiero irme, quiero tomar el avión que se va, digo. Y él me responde: jódase. El avión vía Roma no sale, tengo que conseguir esa firma. Pero pierdo el pasaje, el pasaporte tardará dos o tres días. Recuerdo al hombre, nadie pudo hacer nada. El jefe del aeropuerto sonreía: será un error, y esa palabra: jódase. Algo se pudre irremediablemente.

Sin saber cómo se ha abierto una ventana color beige. Tal vez alguien pudo dibujarla. Está a otra altura de dónde estoy, más arriba. Estoy en el foso de algún teatro, las piernas de las bailarinas se mueven en un cuadro bellísimo. No quiero que me envidien el sueño, los colores han sido modelados y todos armonizan, rosas, amarillos, tierras, celeste. La música irrumpe en la escena, todo es mágico. No debo salir de ahí, me quedo mirando el espectáculo, las bailarinas siguen bailando, me despierto. El sol ya se entrometió en mi cuarto. Es un nuevo día, la función debe continuar.




Copyright:


Del relato:
Araceli Otamendi©







Publicado en este blog bajo el consentimiento de la autora:
www.literaturadart.blogspot.com




 

domingo, 3 de enero de 2016

Publicaciones en revistas literarias en 2015

(Buenos Aires)

Agradezco a las siguientes revistas literarias la publicación de cuentos, poemas, relatos y ensayos míos durante 2015


Agenda del Sur (Quilmes, Provincia de Buenos Aires) Directora: Sonia Otamendi


 
 
Historia del emperador Chin-Chan Fu y el hurón que fue confundido con un perro (Cuentos chinos apócrifos)

 
https://www.facebook.com/DelSurQuilmesAgendaCultural/?fref=nf
 
Mi ensayo Julio Cortázar juega Rayuela - traducido como O jogo de Julio Cortázar - y mi cuento Cartas al mediodía a la manera de Cortázar, traducidos a portugués y publicados en la Revista de literatura latinoamericana Morel (San Pablo, Brasil) - Directora: Lucilha Castillo Theodoro http://issuu.com/lucilatheodoro/docs/revista
 
Entrevista y cuento Colores publicado en Jornal sem Fronteiras (Brasil)
 
Directora: Dyandreia Valverde Portugal
 
columnista: Selmo Vasconcellos
 
 

 
http://www.redesemfronteiras.com.br/noticia_ver.php?id=1692
 
Ensayo Julio Cortázar juega Rayuela publicado en revista InComunidade (Porto, Portugal)
Director: Henrique Prior
 
http://www.incomunidade.com/v40/art.php?art=122
Revista TRIPLOV - Directora: María Estela Guedes (Portugal)

cuentos: Cartas al mediodía, a la manera de Cortázar

 http://www.triplov.com/novaserie.revista/numero_49/index.html
Revista Aurora Boreal (Copenhague, Dinamarca) - Director: Guillermo Camacho
Los leones blancos
 
http://www.auroraboreal.net/literatura/puro-cuento/1967-los-leones-blancos
 

 

lunes, 2 de junio de 2014

Cuentos traducidos al francés y entrevista

(Buenos Aires)

Mis cuentos El tiro del final y La muñeca de cristal o la fragilidad de las cosas fueron traducidos al francés por Caroline Lepage - catedrática de la Universidad de Poitiers - . Se pueden leer en el siguiente enlace:
424e auteur publié dans « Lectures d'ailleurs » ; l'Argentine Araceli Otamendi, avec deux microrécits : « La Balle fatale » et
« La Poupée en cristal ou la fragilité des choses », traduits par Caroline Lepage (Université de Poitiers). 


Intégré à « Lectures d'Argentine 2 », page 165.

https://www.facebook.com/pages/Lectures-dailleurs-Tradabordo/529597907068286

http://www.calameo.com/books/002617799843390ee4dfa


También se publicó una entrevista que me hizo Caroline Lepage en el sitio

Entretiens Lectures d'ailleurs


http://entretiensld.blogspot.com.ar/2014/06/araceli-otamendi-argentine.html?showComment=1401759562420

jueves, 14 de noviembre de 2013

Relato: Un sábado a la tarde*



Un sábado a la tarde*

* relato de la Serie Tardes de madres


Planifiqué ese fin de semana. Estaba ese sábado y domingo sola con mis hijos. En realidad, sola es un decir. Íbamos a pasarlo en el club, seguramente iba a haber mucha gente. Habría muchos chicos y también muchos grandes. Compré unas témperas, acrílicos, papeles para dibujar y unas telas chicas, de unos veinte por veinticinco centímetros con bastidor para pintar. Era verano, mientras ellos jugaban a la pelota con otros chicos yo podría pintar. Ese era el plan: desenchufarme del trabajo de toda la semana, mirar los pájaros y las flores y pintar. Pero dicen que uno propone...
Habíamos terminado de comer, era un día espléndido y yo me había ubicado en una mesa cerca de unos árboles, a la sombra y me disponía a dibujar y a pintar. También preparaba los colores, los pinceles, las telas. Mis hijos jugaban más o menos a unos doscientos metros de distancia. Podía concentrarme en lo que estaba haciendo, no tenía necesidad de estar mirando todo el tiempo cómo jugaban. En eso se acercó  a mi un chico de unos nueve o diez años. Se llamaba Tadeo o algo así y a veces jugaba con mis hijos.
- ¿No jugás a la pelota?
- No - dijo él.
- ¿Por qué?
- Porque no tengo ganas.

El chico  miraba las témperas, los lápices y los acrílicos, interesándose cada vez más en lo que yo iba a hacer. Empecé a pensar que habría un cambio de planes...
- ¿Y por qué no tenés ganas?
- No sé...¿para qué son esos colores?
- Voy a pintar...
- ¿Qué vas a pintar?
- Algo que voy a dibujar...

Tadeo se quedó mirando lo que yo hacía, acercándose más y más a la mesa donde estaba. El padre, un hombre grandote, muy alto,  me miraba de lejos, observándome.
Me pareció que sería muy egoísta de mi parte no invitar a Tadeo a que dibujara algo, estaba muy interesado.Le di unas hojas de papel, un pincel y algunos colores para que hiciera lo que quisiera. Pero el tema no era ése. El chico estaba aburrido, la madre se había ido a caminar por ahí y el padre estaba mudo en otra mesa.
Después de un largo rato, el padre se acercó y se sentó en una mesa cercana y también miraba lo que yo hacía.  Seguí dibujando algo, mientras los pájaros cantaban y la luz del sol se asomaba entre las hojas de los árboles.
- ¿Qué tal? - dijo el hombre.
- Bien...
- ¿Te molesta?
- ¿Quién?
- Tadeo...
- No, para nada...
- Los estaba mirando...
- Ah, ¿si?
- Sí...
- En realidad tu hijo se acercó, le pregunté por qué no juega a la pelota con mis hijos y con los otros chicos.
- Vos tenés un hijo que se llama igual a otro hijo que tengo yo...- dijo el padre de Tadeo.
- ¿Y dónde está tu hijo?
- Lejos, muy lejos...
- Sí, ¿pero dónde?
- En un país lleno de nieve... me da tristeza ¿sabés?
- Ah...
- Casi nunca hablo de eso...
- Claro...
- Es de un matrimonio anterior, se fue con la madre y se quedó allá, con ella... hace años que no lo veo...
- Ah...
- Tu hijo me hizo acordar a él, cuando escucho que lo llamás, me acuerdo...
- ....
- Tu hijo hizo un dibujo...
- Sí...
En eso llegaron mis hijos, cansados de jugar a la pelota, transpirados, querían tomar algo, iban a seguir jugando. Limpié los pinceles, guardé los colores, le dije a Tadeo que se había terminado por el momento la sesión de pintura y me senté con mis hijos a comer algo. El color del cielo estaba cambiando, el verde de las hojas de los árboles se había oscurecido, ya no era tan luminoso. El río se agitaba a lo lejos, el sonido del tintineo de  las veletas de los barcos era cada vez más rápido.





miércoles, 30 de octubre de 2013

Entre mujeres 5- Halloween

Hallowen (Noche de brujas)

Era la tarde víspera de Hallowen o Noche de brujas. Se festejaba el cumpleaños de una amiguita de uno de mis hijos. La consigna de la fiesta era vestir con un disfraz alusivo a Hallowen. La nena que cumplía años era nueva en la escuela y la mamá quería que se integrara bien al grupo, así que invitó a todos los compañeros a la fiesta. Ya se estilaba y era de mal gusto no invitar a todos, pero ella insistió mucho en que no falláramos en llevar a nuestros hijos. Llevé a mi hijo al cumpleaños, era en la casa de los abuelos de la nena, y como era lejos decidí esperar en un bar para ir a buscarlo, porque era demasiado el viaje entre ir y venir.

Como yo, otras madres hicieron lo mismo, así que nos reunimos en un bar, cerca de la casa del festejo, para hacer tiempo y de paso conversar.

A algunas madres ya las conocía, otras se conocían desde hacía muchos años, dependía de la cantidad de hijos que cada una tuviera y de los años que se hubieran pasado buscando chicos en los cumpleaños, en las casas, o llevándolos y trayéndolos de la escuela.

Una de ellas era abogada, había varias en el grupo, era muy simpática y empezó a relatar cómo había conocido al marido. "Teníamos los dos treinta años, nos conocimos en una fiesta, el noviazgo duró tres meses, después nos casamos" dijo.

- ¡Qué rápido! - exclamó otra de las madres.

- Sí, todo fue muy rápido. Yo tenía treinta años y parecía de dieciseis. Se lo dije a él y él se rió. Era cierto. Se había encontrado con una chica de dieciseis años en una mujer de treinta. Nos enamoramos, nos casamos, lástima que duró tan poco...

- ¿Se separaron?

- No, él se murió. Soy viuda.

- ¿No te volviste a casar?

- No . contestó. No sería lo mismo. El gordo fue único, no se repetirá.

- ¿Y vos? preguntó ella a otra de las madres.

- Yo soy reincidente, me casé y me separé varias veces.

- Bueno, dijo riéndose la viuda, yo soy abogada, chicas, asuntos de familia, divorcios, así que ya saben...

- No, por ahora, yo no pienso cambiar de estado - dijo otra.

- ¿Cuál es tu estado?

- Separada, y estoy estudiando y además trabajo.

-¿Qué estudiás?

- Abogacía.

- Ah, vamos a ser colegas.

- Sí, espero recibirme pronto. Por ahora no tengo tiempo de salir con nadie, entre el trabajo, el nene y la facultad.

- ¿Ninguna está aburrida? - se me ocurrió preguntar

- ¿De qué? No hay tiempo de aburrirse. Estoy todo el día en el estudio, trabajando. LLego a casa y tengo que atender a mi hija, ¿cómo me puedo aburrir?

- ¿Cómo lo estarán pasando los chicos? - preguntó una de las madres

- Pienso que ellos bien...- dijo otra

- ¿Por qué decís ellos? - pregunté

- ¿No viste la cara de la abuela cuando vio llegar a tantos chicos?

- Ví una mujer de aspecto serio- contesté.

- Sí, sí, por eso...

- Menos mal que la casa es grande...

Después una de las madres empezó a contar anécdotas de los chicos y tomamos más café. Poco a poco las luces de la calle empezaron a encenderse. Faltaba poco para que se terminara la fiesta.

Fuimos caminando hasta la casa, era una noche espléndida y a medida que nos acercábamos a la casa se escuchaban más cerca los gritos de los chicos desde la calle. Toqué el timbre de la casa y abrió la puerta la mamá de la nena. Le habia cambiado el semblante, parecía muy cansada. Uno de los chicos pasó corriendo,vestido con una capa negra. Lo seguía otro también vestido con una capa negra y un sombrero. La casa tenía un jardín enorme y estaba adornada con calabazas de Hallowen. Había vasos de plástico, servilletas y adornos tirados en el piso, aplastados, como si hubiera habido una batalla campal. Enseguida apareció la abuela de la nena que cumplía años a saludar, parecía aliviada al vernos llegar. Mi hijo me sorprendió desde atrás con una máscara. Había varias nenas con sombreros de bruja, en punta. Faltaban las sorpresas, los caramelos y no sé qué más. La madre de la nena nos dijo que sería la última vez que el cumpleaños se iba a festejar en esa casa. No es la casa de mis padres, aclaró, sino de mis suegros. y han hecho un desastre.

Otro de los chicos saltaba sobre una silla mientras empuñaba una espada de plástico. Le dije a mi hijo que nos fuéramos enseguida, que ya era tarde. Estaba traspirado, cansado y alegre, todo al mismo tiempo. Tenía una pequeña calabaza de plástico en la mano, como recuerdo.
En el cielo había nubes y mientras íbamos caminando mi hijo me preguntó:
- Esta noche es Noche de brujas ¿no, mamá?
- Sí, querido, esta noche es Noche de brujas.

 

 

viernes, 25 de octubre de 2013

Entre mujeres 4



Nos encontramos en ese bar, donde alguien tocaba un piano, como siempre. Era viernes, y cada una había terminado sus actividades, su trabajo, es un decir, porque en el fondo, nada termina.
Hacía bastante tiempo que nos conocíamos con Liana, nos habíamos conocido en uno de los tantos talleres literarios a los que asistí. Era lógico que nos reuniéramos de vez en cuando para hablar de libros, y de algunas otras cosas.
Liana estaba sentada en una mesa, con un libro abierto y un café a medio terminar cuando llegué. Había salido tarde de la oficina, ya les había dado de comer a todos, y ese era mi tiempo de distracción y también de reunión con una amiga, con la que, pese a los altibajos de la amistad, me llevaba bien. Pero esa noche no, todo parecía conspirar para que la conversación tomara otro rumbo.

- Pero no te das cuenta que si alguien se te acerca es por tus relaciones, o porque te llamás como te llamás..- me lanzó para agredirme.
- No, yo no pienso eso ¿vos lo creés?
- Sí, definitivamente sí, lo creo y sería bueno que te dieras cuenta...
- Creo que esa es tu opinión, en definitiva cada vez que alguien se me acerca intento averiguar por qué se me acerca, nada más...
- Yo creo que vos deberías asumir lo que te estoy diciendo, vivirías mejor, más tranquila y mejor preparada - continuó.
- ¿Vos creés eso? - contesté, después de revolver el café, sin azúcar.
- Sabés que sí, sos muy bonita, pero tenés que saber realmente quién sos, por qué las personas se acercan a vos.
- Creo que estás exagerando, a vos te parecerá que tengo tantas relaciones, y como me llamo ¿tiene alguna importancia?
- Pensá lo que quieras, pasemos un rato agradable escuchando música.Hoy no vino Oscar, nos despedimos antes de entrar aquí. Me hubiera gustado que de una vez por todas lo conocieras...
- Sabés que me intriga Oscar, quisiera saber cómo es, si es alto, bajo, gordo, flaco, rubio o morocho, simpático, tal vez, no puedo hacerme la imagen de él.
- Ya lo vas a conocer, te lo voy a presentar pronto... te quedaste callada...
- Sí, estoy un poco cansada  esta noche...
- Para mí que estás pensando en alguien...
- Puede ser ¿por qué?...
- Intento adivinar...
- Sabés que no tengo ganas de hablar de eso...
- Vos estás mal hoy ¿no?
- Puede ser, tal vez no, tal vez estoy un poco cansada, tuve mucho trabajo hoy...
- A mi no me engañás...
- Bueno, ¿y si estuviera pensando en "alguien" cuál sería el problema?
- Te das cuenta, ahí está tu problema...
- Yo creo que esta noche tengo ganas de leer un libro nuevo, de escuchar música, de tomar un café y de no acordarme de nada que no quisiera recordar...
- A vos nadie te puede ganar ¿no?
- A veces pienso que no tengo ganas de hablar de ciertas cosas...
- Sabés que te queda bien el color azul, el del pullover que tenés puesto, te hace juego con el color de los ojos...
- Mis ojos son verdes, no azules...
- No importa, te queda bien el azul te estoy diciendo...
- A vos tampoco nadie te puede ganar...
- Yo creo que deberíamos escuchar música, estaba leyendo un libro de Cortázar...
- Ya lo veo, Julio... creía en la magia...
- Y vos ¿creés en la magia?
- A veces sí...
- Cortázar hablaba de otra cosa, no era magia en realidad...
- Ah, no ¿y qué era?
- Era política, nena, política...
- Puede ser...
- La magia de Cortázar era política, él hablaba de esa magia...
- Tal vez...
- Pero a vos no te puedo convencer de nada...
- Y a lo mejor sí...
- ¿Tomamos otro café?
- Bueno...