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miércoles, 9 de marzo de 2011

Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)



Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)

La mujer del señor Agustini subió al barco, tenía los ojos desorbitados. Parecía una tigresa a punto de saltar.
Enseguida bajó la escalera y se encontró con el señor Agustini y Mariana en la mesa de juegos. Los dos seguían hablando de Mario Bruno y de Willy Agastizábal, mientras el señor Agustini insistía en que la detective bebiera algún trago.
Mariana percibió el odio y la furia de la mujer y apoyó aun más  la espalda contra el asiento. El señor Agustini miró a la mujer y en su cara regordeta y hasta ese momento amable se dibujó una sonrisa de circunstancia. No era la primera vez que su mujer aparecía así, mientras él había salido a navegar. Ella era capaz de cualquier artimaña, de sobornar a quien fuera necesario para no dejarlo a solas con nadie.
Escándalo tras escándalo, el matrimonio del señor Agustini venía durando años.
De ser princesa y reina de la vida y del corazón del señor Agustini, la mujer se había convertido en la “bruja” del barco.
¿Cómo se había atrevido él a poner la bandera con la cara de bruja cuando ella no estaba? ¿cómo se había enterado tan rápido del asunto?
El pájaro de plumas azules, amarillas y verdes se acercó al señor Agustini. Era evidente que el animal tenía simpatía por el hombre. Y era evidente también que el señor Agustini quería evitar un conflicto frente a extraños como Mariana.
El marinero se acercó a la mujer del señor Agustini y le ofreció un jugo de naranja con hielo y la mujer lo bebió. Había llegado justo a tiempo, dijo, porque esa noche tenía pasajes para viajar.
El señor Agustini se disculpó, tenía varios asuntos, negocios que resolver y no podría viajar esa misma noche.
La mujer inició un pequeño escándalo. ¿Por qué estaba la bandera de bruja en el barco? ¿Por qué el señor Agustini había roto ese código?
El hombre quería convencerla: el marinero se había equivocado, sonaba a falso. ¿Entonces? El señor Agustini presentó a Mariana:

-         La señorita es detective, está investigando el caso de Willy Agastizábal. Quería hacerme unas preguntas y la invité a subir al barco para poder hablar más tranquilo.
-         Tal vez yo podría aportarle algún dato – dijo la mujer. Ahora se veía más tranquila, o tal vez simulaba. Seguramente Mariana no era del tipo de mujeres que andaba revoloteando alrededor de su marido. Como ya estaba grande, al señor Agustini lo seguían cada vez mujeres más jóvenes, ávidas de un marido, de un amante o tal vez sólo de un hombre.

Pero la mujer del señor Agustini no era una fiera  fácil de domesticar. Era capaz de arañar, escupir o arrancarle el pelo, como mínimo a cualquier mujer que encontrara junto a su marido.
Se había sentado al lado del señor Agustini e intentaba decir cómo fue que lo conocía a Willy Agastizábal. Mientras, Mariana percibía el enojo del señor Agustini por vivir y hacerla vivir esa situación tan molesta y la furia contenida de la mujer.
Fue entonces que el vaso con jugo de naranja de Mariana se derramó sobre la camisa del señor Agustini.
En cinco minutos vamos a dar la vuelta dijo él mientras se limpiaba con una servilleta. Mariana suspiró aliviada.

Se había levantado viento y había olas grandes. A lo lejos se veían algunos nubarrones y en el aire se empezó a sentir olor a lluvia…

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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