La última tentativa de Lila para que Rosa Té no estuviera tan sola había sido presentarle a un amigo, Rafael, viudo y con hijos. Después de pasar un día entero, durante una salida al campo con su marido, Rosa Té, Rafael, y los hijos de Rafael y de Lila, había renunciado a vivir otra experiencia similar.
Rosa Té se quejaba ahora, nuevamente, después de varios años, de haber aceptado que Lila le presentara a un amigo:
- ¿Pero vos no entendés que ese hombre ni palabras daba? - dijo Rosa Té acomodándose en un sillón mientras el mono la miraba atentamente.
- Bueno, mudo no es, tal vez estaría triste ese día. - respondió Lila
- No sé, es tu amigo, vos lo conocías, vos quisiste presentármelo, pero me la hizo pasar mal, durante todo el día, ni siquiera nos habló.
- Rafael sí habló, pero habló con mi marido, se entretuvo pescando con él, jugando a la pelota con los chicos. Con él fue con quien siempre habló cuando salimos. Y yo siempre hablé con mi amiga, así pasamos nuestras salidas al campo. ¿Por qué te acordás ahora de todo eso?
- Porque me acuerdo - contestó la psicoanalista. - Y porque estoy harta de estar sola, de vivir sola nada más que con el perro, y porque no soy ni chueca ni renga, ni fea.
Lila presintió que una gran tormenta se avecinaba y dijo:
- ¿Querés que salgamos un rato, vamos al bar de Pirata?
- Mirá, ese tipo, Pirata me tiene cansada. Es un tipo que está ahí detrás del mostrador, mirando a todo el mundo, casi sin hablar. Es como tu amigo Rafael.
- No te sigas acordando de Rafael, él ya se casó con otra.
La noticia le cayó mal a Rosa Té y con el ceño fruncido, dijo:
Rosa Té se quejaba ahora, nuevamente, después de varios años, de haber aceptado que Lila le presentara a un amigo:
- ¿Pero vos no entendés que ese hombre ni palabras daba? - dijo Rosa Té acomodándose en un sillón mientras el mono la miraba atentamente.
- Bueno, mudo no es, tal vez estaría triste ese día. - respondió Lila
- No sé, es tu amigo, vos lo conocías, vos quisiste presentármelo, pero me la hizo pasar mal, durante todo el día, ni siquiera nos habló.
- Rafael sí habló, pero habló con mi marido, se entretuvo pescando con él, jugando a la pelota con los chicos. Con él fue con quien siempre habló cuando salimos. Y yo siempre hablé con mi amiga, así pasamos nuestras salidas al campo. ¿Por qué te acordás ahora de todo eso?
- Porque me acuerdo - contestó la psicoanalista. - Y porque estoy harta de estar sola, de vivir sola nada más que con el perro, y porque no soy ni chueca ni renga, ni fea.
Lila presintió que una gran tormenta se avecinaba y dijo:
- ¿Querés que salgamos un rato, vamos al bar de Pirata?
- Mirá, ese tipo, Pirata me tiene cansada. Es un tipo que está ahí detrás del mostrador, mirando a todo el mundo, casi sin hablar. Es como tu amigo Rafael.
- No te sigas acordando de Rafael, él ya se casó con otra.
La noticia le cayó mal a Rosa Té y con el ceño fruncido, dijo:
- Te das cuenta vos, me presentaste a un tipo que no tenía el menor interés en mí
- Ah bueno, pero yo no lo sabía, y además ¿cómo podía saberlo si no te lo presentaba?
- Cuando alguien ni siquiera habla, ni siquiera da palabras como Rafael, tenés que
desconfiar.
- Ah bueno, pero yo no lo sabía, y además ¿cómo podía saberlo si no te lo presentaba?
- Cuando alguien ni siquiera habla, ni siquiera da palabras como Rafael, tenés que
desconfiar.
- Mirá, la amistad con Rafael se terminó para mí, lamentablemente, el día que mi amiga Laura murió. Pero por mi hijo y por los hijos de ella y de él, nos seguimos viendo un tiempo más.
- Yo no te entiendo a vos. ¿Cómo podías aguantar esas salidas con un tipo así, como Rafael y con tu amiga Laura,?
- La pasábamos bien, los chicos jugaban, Laura y yo teníamos muchos intereses en común y nuestros hijos también la pasaban bien.
- Acordate, Lila, desconfiá siempre de quien como Rafael, ni palabras da.
La tarde se iba apagando lentamente y el sol parecía una lámpara roja en el horizonte. Rosa Té se había ido de la casa y Lila se preparaba para salir a caminar por la playa, a esa hora las aguavivas llegaban hasta la playa y quedaban ahí, en la arena mojada, como una masa de gelatina, que irritaba la piel de quienes las pisaban. A lo lejos, se podían oir los cantos de algunas voces jóvenes alrededor de una fogata.
- Yo no te entiendo a vos. ¿Cómo podías aguantar esas salidas con un tipo así, como Rafael y con tu amiga Laura,?
- La pasábamos bien, los chicos jugaban, Laura y yo teníamos muchos intereses en común y nuestros hijos también la pasaban bien.
- Acordate, Lila, desconfiá siempre de quien como Rafael, ni palabras da.
La tarde se iba apagando lentamente y el sol parecía una lámpara roja en el horizonte. Rosa Té se había ido de la casa y Lila se preparaba para salir a caminar por la playa, a esa hora las aguavivas llegaban hasta la playa y quedaban ahí, en la arena mojada, como una masa de gelatina, que irritaba la piel de quienes las pisaban. A lo lejos, se podían oir los cantos de algunas voces jóvenes alrededor de una fogata.
(c) Araceli Otamendi - todos los derechos reservados
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