Extraños en la noche de Iemanjá - Capítulo 4- fragmento
Se presentaron:
- Ernesto Ludwig, guía de turismo.
- Bijou - , me dicen Bijou, dijo ella y agregó: - Espero que le guste el lugar. Fue entonces cuando Ludwig advirtió que la mujer tenía cierto aire de condesa en el despectivo mohín de la boca apretada. Se sintió sonreir por este pensamiento que le había venido a la mente. Aunque Ludwig nunca había estado cerca de una condesa, suponía que era así como debía lucir. Ludwig nunca entendió por qué muchas personas tenían esa predilección por las princesas, condesas y duquesas europeas en un país de América Latina. Recordaba a su tía de Villa Ballester hojeando una vieja revista donde sí aparecían reyes, príncipes y princesas. Le parecía ridículo e inverosímil que se hablara de condesas, príncipes y princesas como en los viejos cuentos de hadas. Una locura más, de tantas, pensaba.
La mujer tenía apuro por salir del espacio visual de Olivera y del detective y dijo:
- Nunca lo había visto por aquí.
(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados
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