Ahora se había ido, me había estado interrogando durante media hora o más. Durante ese tiempo, intenté ser cordial, sonreir, mirarla a los ojos y ella seguía ahí firme, mirándome a los ojos, también, como si me estuviera juzgando, como si ya me hubiera juzgado, como si ya, tal vez, tuviera algún veredicto.
La mujer que vino a interrogarme dijo ser investigadora, dijo estar trabajando en el caso de Willy Agastizábal, el hombre que había aparecido ahogado en esta playa.
La mujer que vino a interrogarme dijo ser investigadora, dijo estar trabajando en el caso de Willy Agastizábal, el hombre que había aparecido ahogado en esta playa.
¿Por qué tendría yo que saber algo?
- Willy Agastizábal apareció ahogado en esta playa, cerca de aquí, a unas cuadras de distancia, ¿está segura de que jamás lo había visto?
- Segura no, no puedo afirmarlo, tal vez lo había visto un par de veces - dije.
- ¿Y tal vez lo conocía?
-¿A qué se refiere?
- ¿Conversó con él alguna vez? en la playa, quiero decir...
- No lo recuerdo - dije.
La mujer me mostró la fotografía del tal Willy, un hombre rubio, bronceado, con aspecto deportivo y actitud de ganador y la miré durante algunos segundos.
- No - dije.
La mujer se puso impaciente. Se incorporó y caminó alrededor de la mesa, se acercó a la ventana y en ese momento el teléfono celular empezó a sonar.
- ¿No lo va a atender?
- No, seguramente es equivocado.
- Atienda - dijo ella.- No tengo apuro, puedo esperar.
Atendí, nuevamente era la voz de Miguel:
- ¿Estás ocupada? ¿te interrumpo?
- Sí, ahora sí - contesté.
- Bueno, te llamo más tarde, tengo que contarte algo.
Apagué el celular. Me sentía muy incómoda con la presencia de la investigadora. El mono estaba encerrado en el dormitorio y la mujer escuchó ruidos y me preguntó:
- ¿Hay alguien además de usted en la casa?
- Digamos que sí, tengo una mascota.
- ¿Un perro?
- No, un mono.
La mujer se quedó mirándome fijamente. - Así que un mono y ¿hace mucho que lo
tiene?
- Hará dos años - contesté.
- ¿Y por qué eligió un mono?
- Me lo regalaron - dije.
- ¿Un amigo? - preguntó ella
- Tal vez - dije
- ¿Y su amigo, el que le regaló el mono, lo trajo de algún país tropical?
- No, no podría, no se pueden sacar monos de otro país así como así. El mono era de él.
-¿Y por qué le regalaría el mono a usted?
- Le he contestado muchas preguntas, no creo que la historia este mono pueda ayudarla
a resolver el caso.
- Tal vez no, pero hay personas que me han dicho que la vieron a usted junto a Willy
Agastizábal en varias oportunidades.
- Y si eso fuera cierto ¿sería un delito?
- No, si eso fuera cierto, quiere decir que Willy y usted se conocían y usted me lo está ocultando.
La mujer se puso impaciente. Se incorporó y caminó alrededor de la mesa, se acercó a la ventana y en ese momento el teléfono celular empezó a sonar.
- ¿No lo va a atender?
- No, seguramente es equivocado.
- Atienda - dijo ella.- No tengo apuro, puedo esperar.
Atendí, nuevamente era la voz de Miguel:
- ¿Estás ocupada? ¿te interrumpo?
- Sí, ahora sí - contesté.
- Bueno, te llamo más tarde, tengo que contarte algo.
Apagué el celular. Me sentía muy incómoda con la presencia de la investigadora. El mono estaba encerrado en el dormitorio y la mujer escuchó ruidos y me preguntó:
- ¿Hay alguien además de usted en la casa?
- Digamos que sí, tengo una mascota.
- ¿Un perro?
- No, un mono.
La mujer se quedó mirándome fijamente. - Así que un mono y ¿hace mucho que lo
tiene?
- Hará dos años - contesté.
- ¿Y por qué eligió un mono?
- Me lo regalaron - dije.
- ¿Un amigo? - preguntó ella
- Tal vez - dije
- ¿Y su amigo, el que le regaló el mono, lo trajo de algún país tropical?
- No, no podría, no se pueden sacar monos de otro país así como así. El mono era de él.
-¿Y por qué le regalaría el mono a usted?
- Le he contestado muchas preguntas, no creo que la historia este mono pueda ayudarla
a resolver el caso.
- Tal vez no, pero hay personas que me han dicho que la vieron a usted junto a Willy
Agastizábal en varias oportunidades.
- Y si eso fuera cierto ¿sería un delito?
- No, si eso fuera cierto, quiere decir que Willy y usted se conocían y usted me lo está ocultando.
La mujer se fue y decidí que ya era tarde para salir a comer al bar de Pirata, las escenas se sucedían como en una película que yo no dirigía. Un viento fuerte había empezado a soplar y el mar se encrespaba en olas grandes que se deshacían en la playa. Era un mar revuelto y gris, y el cielo estaba gris, también, con algunas nubes.
(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente esta nota