Empiezo a publicar una nueva serie de cuentos: Entre mujeres, que fui escribiendo a lo largo de los años. Así como en los cuentos de la serie Tardes de madres, escribí acerca de mis experiencias, vivencias y diálogos con las madres, en general, de los amiguitos de mis hijos cuando eran chicos, ahora iré publicando una serie de cuentos relacionados con experiencias, vivencias y diálogos con mujeres.
En ninguna historia los personajes tienen nombres reales, los lugares han sido modificados, los diálogos y las historias pueden ser totalmente inventados.
Entre mujeres -1
Estoy en el departamento de ella, es una mañana luminosa y he ido ahí por razones de trabajo. Ella tiene un proyecto cultural y yo también. En algo coincidimos. A través de la amiga, de una amiga, de una amiga, la conocí. Ella no cree en las casualidades, yo, como Julio, tampoco. A ella le encanta la magia, la astrología y una serie de cosas parecidas. Yo desconfío bastante de todo eso. Creo que algo puede ser cierto, que hay ciertas influencias, ciertos poderes invisibles, mejor no quiero adentrarme en esa materia. Ella insiste. Voy a ponerle un nombre ficticio, la llamaré Teodora. No sé por qué se me ocurre ese nombre, pero es más fácil así, con un nombre contar una historia. Teodora dice que la magia, la astrología existen, que a ella le sirve. Yo no sé, digo. No sé, mucho no creo en los signos, no leo casi nunca el horóscopo, pero ella, Teodora, insiste en hablar de todo eso. Ella es una mujer bonita, no llega todavía a los cuarenta o casi, y está sola, aparentemente sola, porque después de un tiempo me confesará que tiene alguna pareja. No le pregunté nada, ella sola me cuenta. Está divorciada y tiene hijos. Pero no quiere que los hijos sepan. Me gusta que tengan la imagen de una madre, dice. Luego me confiesa que cruza el charco de un país a otro para verlo, es escritor y que lo dobla en edad. No quiere que nadie en Buenos Aires la vea con él. Me mira sonriente, no le digo nada. Ella no quiere que nadie sepa de su vida amorosa, pero a mí sí, me lo cuenta. No opino, es dueña de su vida. Las dos tenemos la misma edad pero mi vida es distinta a la de ella. Ella dice que las cosas ocurren porque están escritas y que un astrólogo le predice el futuro. La miro y no le contesto. Conversamos acerca de su proyecto y yo le cuento acerca del mío. Después de unos minutos suena el teléfono y ella atiende. Conversa, se ríe. Es un amigo, dice, y es escritor. Le pregunto el nombre, me lo dice, no lo conozco, digo. Apenas empieza a conocerse aquí, dice.
- ¿Querés hablar con él? - pregunta
- No sé quién es ¿qué podría decirle?
- Hablale de lo que escribís, tal vez a él le interese.
- Está bien digo.
Conversamos un poco, me cuenta algo de un nuevo libro que está escribiendo, yo le cuento algo de lo que estoy escribiendo. Se tiene fe, dice. Lo felicito y se ríe. Ella también se ríe. La conversación no dura mucho más.
Teodora me dice que ella aportó su granito de arena para difundir lo que él escribe, que ahora son amigos. Sigo sin conocer a ese escritor. Lo conoceré mucho después a través de sus libros, he leído algunos. Le fue muy bien, vendió mucho.
Ella me insiste que debo ver a algún astrólogo, que los astros son los que deben guiarme. No sé, digo. Alguna vez me tiraron las cartas, me dijeron alguna cosa, pero no mucho más. No me gusta indagar al futuro, no sé.
Todo es una cuestión de confianza, dice Teodora, las estrellas pueden guiarnos porque eso es lo que puede leerse, a mi me guían, insiste. Ella cree que todo ocurre porque ya está escrito y hay que descifrarlo. El asunto es encontrar a alguien que descifre. Cada una seguirá hablando de sus cosas, de sus proyectos, de su realidad, durante algunos momentos más. Nunca fuimos amigas con Teodora, sólo conocidas, intercambiamos ideas, palabras, algún café, y las historias, como ésta, quedaron en algún lugar de la memoria seguramente para ser contadas.
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